10 años del Prestige

La semana que viene hace 10 años que el petrolero Prestige se hundió a pocas millas de las costas gallegas.

Prestige

 

En aquel entonces, yo estaba estudiando 2º de Biología en la Universidad de Vigo y vivía con mi familia en Nigrán (Pontevedra). Mis padres, mientras tanto, se preparaban para la campaña de Navidad; Para ellos, al tener una pequeña empresa mayorista de marisco gallego, esas fechas son cruciales.

Recuerdo que la primera noticia que tuvimos sobre el Prestige, el 13 de noviembre de 2002, fue a través del telediario de mediodía en la televisión de Galicia (TVG). Desde ese momento, sin ser conscientes de lo que se avecinaba, fuimos haciendo seguimiento día a día de lo que acontecía.

En un primer momento, la reacción de mucha gente fue de alerta, viniéndoles a la cabeza historias como la del Polycommander o más recientes como la del Mar Egeo. Pero estoy segura de que nadie podía imaginarse que este incidente, más habitual de lo que nos gustaría en nuestras costas, terminase en tal catástrofe.

Prestige

Unos días después se detecta que, tras la grieta provocada por el choque, el barco comienza a dejar un rastro de un vertido de fueloil. A partir de ahí, todo empieza a empeorar.

Mucha gente opina que lo lógico hubiera sido que alguno de los puertos más cercanos lo remolcase, evitando así la expansión del vertido. Pero ni el capitán, ni los jefes de puerto, ni los responsables políticos consiguieron llegar a un acuerdo, así que deciden llevarlo a aguas internacionales. Esta decisión, tal y como fue tomada, no ayudó a calmar los nervios y la preocupación comenzó a hacerse más inminente.

Mientras alejaban el buque aparecieron las primeras manchas negras mar adentro, que serían, días después, las primeras oleadas que llegarían a Costa da Morte. El 19 de noviembre el petrolero, debido a las grietas que tenía en el casco, se parte en dos provocando su hundimiento.

Prestige Muxía

Pocos días después retransmiten las primeras imágenes de la Marea Negra. Y al ver como peces, cormoranes, gaviotas, percebes, nécoras, centollas, agonizaban entre capas de chapapote, me eche a llorar desconsoladamente.

Prestige Muxía

 

Ese domingo mis padres, ansiosos por conocer de primera mano lo que estaba ocurriendo exactamente en las Rías Altas, nos llevaron a mi hermano y a mí hasta Muxía. Desde hacía días, parte de las zonas de marisqueo habían sido cerradas y necesitaban hacerse una idea de lo que podría esperarles a nivel económico, ya que llevaban ya una semana sin trabajar. Lo que ellos no sabían, es que esos días serían el inicio de 6 largos meses de inactividad.

A partir de ahí todo fue a más. Según iban anunciando nuevas mareas negras, los sentimientos de tristeza, impotencia y preocupación fueron convirtiéndose poco a poco en rabia. Y es que, durante ese periodo de colapso, parte del malestar fue provocado por no saber con certeza que era lo que estaba pasando y no poder contar con información fiable. Nada era seguro, mucha de la información que se retransmitía no estaba completa y los datos bailaban sin cesar. Era desconcertante.

Prestige

Desde el inicio del hundimiento del Prestige, las zonas de marisqueo y pesca se fueron cerrando al ritmo de las oleadas de la Marea Negra, afectando cada vez a más y más gente. Todo aquel que su vida dependía del mar se vio obligado a cambiar el traje de faena por el mono blanco de limpieza, dejando a un lado sus artes de pesca sin saber si alguna vez más las volvería a necesitar.

Mi facultad, durante aquellos meses, fue uno de los centros neurálgicos en la organización de grupos de limpieza y difunsión sobre la toxicidad del vertido, altamente contaminante. Se organizaron salidas a Carnota, Corcubión, Ons, Sálvora y a cada rincón donde el chapapote iba llegando.

Prestige

Una mañana, limpiando una de las playas de Carnota, después de llevar más de tres horas limpiando chapapote, Carmen y yo, paramos a beber un poco de agua. A nuestro lado, estaba un señor algo mayor, marinero, con una apariencia bastante triste. Mientras estábamos descansado el señor nos ofreció parte de su almuerzo y le dijimos “¡Gracias!” y nos contestó lánguidamente: “No, gracias a vosotras”. En ese momento, nos miramos y como dos tontas nos echamos a llorar.

Prestige

 

Pocos días después de las mareas negras en Costa da Morte, empezaron a llegar las primeras manchas de chapapote a las costas de Oia, Baiona y Nigrán, mi pueblo. Fueron los propios marineros, que llevaban varios días haciendo guardias, quienes avisaron del acercamiento. Esta zona se vio menos afectada porque, desgraciadamente, el Parque Natural de las Islas Atlánticas (Islas Cíes, Ons y Sálvora) actuó como barrera natural contra el fueloil. Por eso, era necesario actuar con rapidez y evitar desastres mayores en la zona.

Prestige

 

En aquel momento viví de primera mano, como un pueblo entero se ponía en marcha para la “batalla” (así lo veía yo). Todo aquel que tuviese barco y herramientas de faenas las empleó para limpiar desde el mar e intentar en la medida de los posible que no llegasen a las costas. Las lonjas se convirtieron en punto de encuentro y central de logística. Las madres y abuelas preparaban comida en grandes cantidades para intentar perder el menor tiempo posible. Una organización espontánea que me dejó apabullada.

Prestige

 

Mi padre junto con otros marineros se aventuraron mar adentro, con lo poco que tenían e inconscientes de lo tóxico que era el vertido. Sin ir más lejos, al día siguiente de esa salida, mi padre no pudo volver al mar, se tuvo que quedar en la cama, debido a los vapores tóxicos que había estado respirando el día anterior. Sin embargo, su trabajo, como el de muchos otros, continuó en tierra.

Prestige

 

Todavía se me pone la piel de gallina al recordar como tanta gente, de todos los rincones de España e incluso del extranjero, dejaron sus casas para vestirse el mono blanco e intentar juntos devolverle al mar su vida. Gracias a estos miles de voluntarios, hoy podemos acordarnos de la parte buena de esta historia, que fue la Marea Blanca, uno de los movimientos más ejemplares de la historia de nuestras rías. Gracias.

Águeda Comesaña

* Todas las fotos son de mi albúm personal de aquellos días, hechas por Carmen Hermida y por mi misma.

1 comentario

Por Mateo Piñol Carrió, el

Fué un desastre total ante el que, el maravilloso Gobierno que teníamos, minimizó de forma vergonzosa.

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