Ama, así se llaman (o casi podríamos decir, llamaban) las buceadoras japonesas que desde hace más de 2000 años, se han inmerso en las frías aguas del Pacífico para recolectar ostras, abalones, caracolas y también algas.
¿Y por qué mujeres y además casi desnudas? Que sean mujeres se debe a la diferente distribución de la grasa bajo su piel que les permite aguantar mejor el agua fría que a los hombres.
Que lo hiciesen casi desnudas, es simple, hace sólo unas décadas no había ropa que permitiese bucear sin que fuese un estorbo. Además en la cultura japonesa, el desnudo es símbolo de conexión con la naturaleza. Al terminar la 2ª Guerra Mundial, con la proliferación del turismo occidental, empezaron a usar algunas ropas.
En cada sesión de buceo, hacían hasta 60 inmesiones y de 2 a 3 sesiones al día, todo ello de marzo a septiembre. En algunas pequeñas villas costeras, muchas de las chicas se convertían en “Ama” al terminar el colegio y llegaba a ser un trabajo muy bien remunerado.
Si buceaban cerca de la costa, iban nadando con una cesto que quedaba flotando mientras ellas se sumergían en busca de los pequeños tesoros. También se ayudaban de embarcaciones para llegar a otros lugares y capturar especies como los abalones ayudándose de artes de pesca.
Una vez terminaban la sesión de buceo, se juntaban en la playa alrededor de un fuego a recuperar el calor corporal.
Apenas quedan hoy unas cuantas Ama de casi 90 años que siguen sumergiéndose, pero la profesión va directa a la extinción. La peligrosidad de la profesión y que ya no está tan bien remunerada como antes, hace que las chicas prefieran buscar otras profesiones.
Y por último el testimonio de una de las últimas Ama en activo.